JORGE A. FLORES CLERFEUILLE
Temuco-Chile
ERA ÉL (fragmento)Las hilachas de la manta, flotaban en el aire soltando el polvo del recuerdo y los flecos se entretenían corriendo a la siga de aquellos verdes ya agotados. El rojo añejo, se estremecía añorando, escuchando suavemente el otrora canto de gallos enredados en los amaneceres, en muda espera de la respuesta del treile, que con su grito, le despertaba el espíritu volviéndolo a su color original.El viento, ayudaba a que pensara en cada paso que daba por la orilla de la vereda, rumbeando sin un destino cierto. Las nostalgias olvidadas, se le hacían presentes relampagueando a través de hirsutos pelos sin dirección, estos repelían la atmósfera de ese instante. Los sonidos de tarros, eran similares a esos salidos de la fragua cuando machacaba eslabones y calzaba arados pegándoles a combo limpio restos de hojas de resortes después de la siembra. Dolores repentinos e intensos de huesos, coyunturas sonoras, no cabía duda. Iba a cambiar el tiempo, aceptaba esa condición como parte de su vida. Trastos a la rastra, pesada carga siguiéndolo a todas partes, sonaban a modo de las cadenas colgadas al yugo, cuando tiraban la máquina trilladora de planta cerro arriba. Le gustaba esa vida al aire libre; veía el recuerdo y se reía disfrutándolo, además, no hacía otra cosa que repetir lo que tantas veces había hecho, brazos en alto gritando a las yuntas, el corazón y el pensamiento de punteros. En una mano la garrocha y en la otra, la chupalla soplando las palabras, poniendo todo en esfuerzo en el rugido de voz en cuello, con la intensión que resonaran más fuerte, a veces, se imaginaba el momento en que estaba cerca del brasero, entonces, batía las manos esperanzado en que las chispas vivientes calentaran la tetera y con esto el mate comenzara a sonar calentándole el estómago. El montón de cartones semejaba árboles abrigándole el cuerpo y las hojas de diarios le tapaban la cara susurrándole, unos buenos días, unas buenas noches, eran iguales a una parva de paja. En aquel momento, sonriendo se acurrucaba sin quejarse. Hasta ese perro, quiltro más bien, su amigo, entendía todo. Llegada la hora de dormir, se juntaba a él meneando el rabo, encorvaba el lomo aullando despacito y mostrando una sonrisa, pelaba dientes insinuando defenderlo, fiel compadre de mis correrías, amigo. Esa circunstancia, le aclaraba la memoria, en que, en más de una ocasión, cuando en tiempos remotos alguien llegaba a la casa por la noche, el negro mostraba colmillos, entre gestos de desagrado y aceptación, se quedaba en la cocina haciéndose el dormido, por si acaso. Esperaba junto al desconocido el primer canto de la diuca, en ese mismo instante, justo cuando rayaba el alba elevando el olor a rocío y comenzaba el día a estirar la vida un segundo más, era el tiempo, enseguida, se levantaba bostezando, luego, haciéndose el leso, empujaba la puerta esperando a que entrara el ruido, la vida, el movimiento y ese otro hombre siguiera su camino tal cual había llegado. Nunca preguntó nada ¿de dónde venían, adónde iban o quienes eran?, eso sí, atizaba el fuego poniéndole un tronco y deseando que las llamas del fogón, relumbraran calentando las sombras del silencio dentro de la cocina y antes de irse a dormir, revisaba despidiéndose de todo, deseando las buenas noches y aprovechando el mismo gesto, indicaba la tortilla que había quedado en la bolsa del pan, colgada, amarrada a la zaranda de quesos, para que le sirviera de roquín al día siguiente... CONTINÚA |
JORGE A. A. FLORES CLERFEUILLE, autor chileno residente en Temuco, dice... Mi inquietud por escribir comenzó a muy temprana edad, sin embargo, empiezo a mostrar y enviar mis trabajos allá, por el año 1968, quedando finalista en el Concurso Nacional de Cuentos Nicomedes Guzmán. En el año 1970, obtengo el Primer Lugar en el Concurso de Cuentos del Ministerio de Educación. Después de largos años trabajando en un sinnúmero de oficios, retomo las letras para-en 1995- publicar en la Antología de Historias y Cuentos Campesinos Chilenos. En 1996 y 1998, obtengo Mención Honrosa en el Concurso de Cuentos del Ministerio de Agricultura, publicando en la Antología de Historias y Cuentos del Mundo Rural de la Fundación FUCOA de esos mismos años. En el 2000, el cuento “El Upa”, es publicado en el libro Didáctica y de las Ciencias Sociales del Sociólogo Tomás Austín Millán de la Universidad Arturo Prat, Sede de Victoria, destinado a la carrera de Pedagogía en Educación Básica. JORGE A. A. FLORES CLERFEUILLE, nos permite explorar universo rural a través de la solidez de su narrativa, rescatando los recuerdos de un pasado que se esfuma junto con sus personajes.
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